América Valenzuela
-La simple respiración de los visitantes aumenta la
temperatura y humedad.
· -Las bacterias, hongos y algas se descontrolan con la
presencia humana
Tras doce años cerradas, con gran expectación, este
jueves las cuevas de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria),
consideradas la Capilla Sixtina del arte rupestre, abrieron sus puertas al
público como parte de un estudio científico para evaluar su impacto. Ya
han estado cerradas al público en dos ocasiones por el efecto de la presencia
humana y ahora los científicos buscan la manera perfecta de organizar visitas
la cuevas sin que afecte a las pinturas.
¿Qué tiene el hombre que puede estropear unas pinturas aunque no las toque?
Las
pinturas rupestres son extremadamente delicadas y vulnerables a la presencia
humana. La simple respiración de los visitantes aumenta la temperatura y la humedad
del ambiente. Esto facilita el desplazamiento y condensación del agua del aire,
que contiene bacterias, sobre las pinturas. Este fenómeno, natural, pero
exacerbado por las visitas, combinado con la exposición continuada a la luz
(para iluminar el paseo de los visitantes) favorece la reproducción de
estas comunidades bacterianas y de algas sobre las pinturas y las
estropean, como sucedió en la Sala de los Polícromos en los años setenta,
cuando la cueva recibió cientos de miles de visitas. Por otro lado,
cualquier accidente que conlleve la introducción de materia orgánica extraña
por parte de los visitantes podría dar lugar a un brote de hongos que llegara a
cubrir las pinturas.
La
presencia humana también aumenta la concentración de CO2, y produce cambios en
el régimen de circulación del aire en el interior de la galería. Por eso, “hay
sondas a lo largos de la cueva que toman datos de la temperatura del aire y de
la roca, la humedad relativa del aire, la contaminación microbiológica,
las aguas de infiltración, el radón y el CO2”, explica a RTVE.es Marián del
Egido, coordinadora del Proyecto Científico de Altamira. “Cuando no hay visitas
tomamos los datos cada 15 minutos y cuando hay visita constantemente. Ya
tenemos los datos de la visita del jueves y están dentro de lo esperado”,
explica tranquila.
Para
minimizar los riesgos, el número de visitantes se ha limitado a cinco a la
semana. La visita dura un tiempo limitado que oscila los 37 minutos y solo 8
minutos en la zona de los techos policromos, que es una de las más delicadas.
Los visitantes deben vestir un mono desechable, gorro, mascarilla y calzado
especial, no se permite el contacto con la roca ni hacer fotos con flash. La
iluminación es portátil para evitar una exposición continuada a la luz de las
pinturas.
La
reapertura de las cuevas forma parte de un estudio experimental para determinar
cuál es el volumen adecuado de personas que puede pasear cerca de este tesoro
de la paleontología. Las cuevas han cerrado al público en dos ocasiones y
solo han tenido acceso algunos científicos que hacen estudios y también
los que trabajan en conservar las pinturas y en frenar cualquier
deterioro. La primera entre 1977 y 1982 y la segunda en 2002 porque los
microorganismos seguían proliferando sin control. En el período
intermedio, las visitas se restringieron a 11.000 visitantes al año en un
principio y más tarde a 8.500.
Hace un
año y medio, se empezaron a colocar los sensores a lo largo del recorrido. A
partir de diciembre de 2013 comenzaron las visitas restringidas a científicos y
al personal del proyecto, para empezar a recoger datos. “Ahora hemos decidido
hacer partícipes a los ciudadanos, en vez de restringirlo solo a los
científicos”, explica. “Las semanas en las que entra la gente, los
investigadores no entramos, así que no se aumenta la carga de la cueva”,
apostilla. En total se espera que visiten la cueva 192 personas hasta agosto,
cuando termina este primer turno de visitas experimentales.
“El
grupo se reúne cada dos meses y valoramos los siguientes pasos a seguir o si
hay que rectificar algo. En la siguiente reunión tras el inicio de las visitas
valoraremos los datos recogidos y decidiremos si siguen abiertas al público de
esta manera, si hay que disminuir el volumen de visitantes o la frecuencia
o si hay que cerrarlas”, explica. Pase lo que pase, es posible disfrutar de
estas magníficas pinturas sin entrar a la cueva: el Museo de Altamira tiene una
exquisita réplica, llamada Neocueva.
La conservación
y mimo de las originales es imprescindible. Encontrar pinturas rupestres es
excepcional, casi una casualidad. Se tienen dar unas condiciones muy especiales
para que lleguen a nuestros días y en buen estado. Por eso, las pinturas que
conocemos en todo el mundo son solo un porcentaje ínfimo de todo lo que debió
lucir hace decenas de miles de años en las rocas y las cuevas del planeta.
Actividades
Marca
con una “X” cuáles de las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o falsas
(F).
V
|
F
|
|
Las
cuevas de Altamira abrieron sus puerta al público con el fin de obtener
fondos para las investigaciones.
|
||
La
respiración de los visitantes aumenta la temperatura y la humedad del
ambiente.
|
||
Las
visitas agravan el riesgo de la contaminación por bacterias al favorecer el
desplazamiento del aire.
|
||
La
entrada de visitantes del jueves ha mantenido los marcadores en los límites
esperados.
|
||
La
visita a la cueva sólo dura 8 minutos, para así proteger la contaminación
bacteriana.
|
||
La
cueva sólo ha sido visitada por científicos y personal encargado de la
restauración de las pinturas.
|
||
La
semana en la que la cueva será visitada por turistas, no será visitada por
los científicos.
|
||
El
museo de Altamira tiene una parte de acceso libre llamada Neocueva.
|
||
Encontrar
pinturas rupestres en nuestros días es excepcional, el porcentaje que existen
en todo el mundo es ínfimo.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario