Mario vargas llosa (El País 19 de abril 2015)
· Ayaan Hirsi Ali prosigue su campaña contra el fanatismo y
la estupidez que envilecen [1] nuestro tiempo y lo llenan de
cadáveres, convencida de que la sensatez y la razón terminarán por imponerse.
Es poco menos que un milagro que Ayaan Hirsi Ali, una de las
heroínas de nuestro tiempo, esté todavía viva. Los fanáticos islamistas han
querido acabar con ella y no lo han conseguido, y no es imposible que lo sigan
intentando, pues se trata de uno de los más articulados, influyentes y
valerosos adversarios que tienen en el mundo. Acaso tanto como sus ideas y su
coraje, sea su ejemplo lo que atiza[2]
el odio contra ella de los militantes de Al Qaeda, el Estado Islámico y demás
sectas fundamentalistas del Próximo Oriente y del África. Porque Ayaan Hirsi
Ali es una demostración viviente de que, no importa cuán estrictos sean el
adoctrinamiento y la opresión que se ejerza sobre un ser humano, el espíritu
rebelde y libertario siempre es capaz de romper las barreras que se empeñan en sojuzgarlo[3].
Hirsi Ali nació en Somalia, en una familia conservadora, padeció
la mutilación[4] genital en la pubertad, y fue educada
en Arabia Saudí y en Kenia dentro de la más severa observancia musulmana: llevó
el hiyab, celebró la fatua que condenaba a muerte a Salman Rushdie,
pero, cuando sus padres quisieron casarla con un lejano pariente en contra de
su voluntad, se atrevió a huir y pidió asilo en Holanda. Allí aprendió el
holandés, llegó a ser diputada por el partido liberal, y desde entonces comenzó
una campaña, en la que no ha cesado[5]
hasta ahora, contra todo lo que hay de violento, intolerante y discriminatorio
hacia la mujer en el islam. En sus tres primeros libros se servía mucho de su
propia autobiografía para mostrar los extremos de crueldad y ceguera a que
podía conducir el fanatismo musulmán y a explicar las razones de su apostasía[6]
y ruptura con la religión de su familia.
En el que acaba de publicar en Estados Unidos, Heretic. Why
Islam Needs a Reformation Now (que será editado en España por Galaxia
Gutenberg con el título de Reformemos el islam), critica, con su
franqueza habitual, a los Gobiernos occidentales que, para no apartarse de la
corrección política, se empeñan en afirmar que el terrorismo de organizaciones
como Al Qaeda y el Estado Islámico es ajeno a la religión musulmana, una
deformación aberrante[7] de sus enseñanzas
y principios, algo que, afirma ella, es rigurosamente falso. Su libro sostiene,
por el contrario, que el origen de la violencia que aquellas organizaciones
practican tiene su raíz en la propia religión y que, por ello, la única manera
eficaz de combatirla es mediante una reforma radical de todos aquellos aspectos
de la fe musulmana incompatibles con la modernidad, la democracia y los
derechos humanos.
Esta transformación, que Hirsi Ali compara con lo que
significaron para el cristianismo las críticas de Voltaire y la reforma de
Lutero, consistiría en modificar cinco conceptos que, a su juicio, mantienen al
islam detenido en el siglo séptimo: 1) la creencia de que el Corán expresa la inmutable[8] palabra de Dios y la infalibilidad[9]
de Mahoma, su vocero; 2) la prelación que concede el islam a la otra vida sobre
la de aquí y ahora; 3) la convicción de que la sharía constituye un sistema
legal que debe gobernar la vida espiritual y material de la sociedad; 4) la
obligación del musulmán común y corriente de exigir lo justo y prohibir lo que
considera errado, y 5) la idea de la yihad o guerra santa. A quienes se
preguntan qué quedaría del islam si éste renunciara a esos cinco pilares de su
fe, Hirsi Ali responde que el cristianismo, antes de la reforma protestante, no
era menos sectario, intolerante y brutal, y que sólo a partir de esta escisión[10] la religión cristiana inició el proceso
que la llevaría a separarse del Estado y a la coexistencia pacífica con otras
creencias, gracias a lo cual prosperaron las libertades y los derechos civiles
en el mundo occidental.
Más todavía, en los últimos capítulos de su libro, Hirsi Ali
ofrece un detallado registro de reformadores —clérigos, profesores,
intelectuales, políticos, periodistas— que, tanto dentro como fuera de los
países musulmanes, según ella, han puesto ya en marcha esa reforma. Ella
contaría con la callada solidaridad de gran número de creyentes —entre ellos,
muchísimas mujeres— conscientes de que sólo gracias a esa puesta al día de su
religión, podrían sus países abrazar la modernidad y salir del atraso medieval
que significa, en pleno siglo XXI, seguir lapidando[11]
a las adúlteras, cortando las manos a los ladrones, decapitando a los impíos y
apóstatas y considerando que, ante la ley, el testimonio de una mujer vale sólo
la mitad que el de un hombre. Con mucha razón, Hirsi Ali exhorta[12]
a los Gobiernos y a las dirigencias políticas de los países democráticos a dar
su apoyo a quienes, arriesgando sus vidas, libran esa difícil batalla religiosa
y cultural, en vez de, por razones de Estado, amparar a regímenes despóticos[13]
como el de Arabia Saudí donde perviven aquellos horrores, y otros no menos
atroces, como los llamados crímenes de honor: el padre o los hermanos que
asesinan a la mujer violada pues esta violación “deshonró” a la familia de la
víctima.
Nada me gustaría más que creer, como dice Hirsi Ali, que esta
reforma ya ha comenzado y que, en todos los países musulmanes, esa espesa
tiniebla religiosa que envuelve en ellos la vida ha empezado a disiparse. Lo
que me hace dudar son los ejemplos contrarios —la agravación del fanatismo y el
atractivo irresistible que para tantos adolescentes y hasta niños ejercen las
organizaciones terroristas— de los que da cuenta su libro. Son tan numerosos y
están descritos con tanta precisión que la impresión que uno saca de esas
páginas es más bien la opuesta. Es decir, que en vez de un proceso de
liberación muchos de esos países, como demuestra el fracaso de la llamada primavera
árabe, en vez de acercarse a la modernidad sacudiéndose de anacrónicas y sangrientas[14] creencias, son éstas más bien las que
parecen renacer, robustecerse e infectar a buena parte de la sociedad. Ella
misma cuenta cómo, con la excepción de Túnez —donde el proceso de laicización[15] parece haber prendido de veras—, en
ciudades como Bagdad, donde hace 20 y 30 años retrocedía el velo y muchas
mujeres mostraban los cabellos y se vestían a la manera occidental, ahora es
muy raro ver a alguna que no lleve el hiyab.
El cristianismo, antes de la reforma protestante, también era
sectario, intolerante y brutal. El caso de la propia Hirsi Ali es también muy elocuente. Cuando
en Ámsterdam el cineasta Theo van Gogh fue asesinado en 2004, el asesino,
Mohammed Bouyeri, clavó en el pecho de su víctima una carta a Hirsi Ali
advirtiéndole que ella sería la próxima asesinada por traicionar al islam. En
vez de solidaridad, ella se vio amenazada por la ministra de Inmigración de Holanda,
una señora de mandíbula cuadrada llamada Rita Verdonk, de perder la
nacionalidad holandesa y sus vecinos le pidieron que abandonara el piso donde
vivía, pues los ponía en peligro de padecer un atentado. Ahora mismo, en
Estados Unidos, donde vive, es objeto de críticas muy duras de supuestos
“liberales” que la acusan de “islamófoba” y, en el seminario que dicta en la
Universidad de Harvard, no es raro que se inscriban alumnos y alumnas que lo
hacen sólo para poder insultarla. Debe, por eso, vivir permanentemente
protegida.
Lo extraordinario es que
nada de eso parece hacerle mella[16].
Ayaan Hirsi Ali, a juzgar por este cuarto libro, prosigue, vacunada contra el
desaliento, ejerciendo lo que llama “el poder de la blasfemia[17]”,
su campaña contra el fanatismo y la estupidez que envilecen nuestro tiempo y lo
llenan de cadáveres, convencida de que la sensatez y la razón terminarán por
imponerse a la irracionalidad y el espíritu de la tribu. Dos veces en mi vida
he tenido ocasión de oírla hablar. La primera en Holanda y, la segunda, varios
años después, en Washington. En ambos casos la oí exponer sus tesis con una
solvencia intelectual de gran empaque y, a la vez, con una suavidad y una
elegancia que daban todavía más fuerza persuasiva a aquello que decía. Y, en ambos,
pensé lo mismo: qué extraordinario que sea una somalí, educada en Arabia Saudí
y en Kenia, capaz de romper con el oscurantismo y la barbarie que quisieron
imponerle, quien defienda con tanta convicción y tanto fuego la cultura de la
libertad, la mejor contribución de Occidente al mundo, ante unos auditorios de
occidentales apáticos y escépticos[18],
que ignoran lo privilegiados que son y el tesoro que poseen, y que tenga que
ser Ayaan Hirsi Ali, después de pasar por el infierno, quien venga a
recordárselo.
[1] Envilecer: hacer vil y despreciable a alguien o algo.
[2] Atiza:
fomentar pasiones o posturas contrarias.
[3] Sojuzgar:
Sujetar, dominar, mandar con violencia.
[4] Mutilar:
cortar o cercenar una parte del cuerpo, y más particularmente del cuerpo
viviente.
[5] Cesar: parar, detenerse, abandonar.
[6] Apostasía: Acción y efecto de apostatar. Apostatar: negar la
fe, las creencia religiosas propias.
[7] Aberrante: que se desvía o aparta de lo normal o usual.
[8] Inmutable: que no puede cambiar
[9] Infalibilidad :
infalible, no falla, no se equivoca
[10] Escisión: rompimiento,
separación
[11] Lapidar: apedrear, matar a pedradas (con golpes de piedras)
[12] Exhortar: incitar a alguien con palabras, razones y ruegos a
que haga o deje de hacer algo.
[13] Despótico/déspota: 1. m. Soberano que gobierna sin sujeción a ley
alguna. 2.com. Persona que trata con dureza a sus subordinados y abusa de su
poder o autoridad.
[14] Sangrienta: que derrama sangre, que mata, que produce una herida.
[15] Laicizar: hacer laico o independiente de toda influencia
religiosa.
[16] Hacer mella: Menoscabar, disminuir, minorar algo no material. Debilitar física o psicológicamente
[17] Blasfemia: palabra que ofende gravemente a Dios o a una persona.
Injuriar.
[18] Escéptico: que no cree
Actividades
Responde
a las siguientes preguntas:
1.
Ayaan Hirsi Ali ha sido acusada tanto por los
islamistas como por los católicos de:
a) Radical
islamista
b) Islamófoba
c) Atea
2.
Ayaan Hirsi Ali fue educada según la tradición
a) Liberal
b) Conservadora
musulmana
c) Islamismo
radical
3.
Sus primeros libros tenían como objetivo:
a) Escapar
de un matrimonio pactado por su familia
b) Denunciar
la practica de la mutilación genital femenina
c) Denunciar
la crueldad del fanatismo musulmán
4.
En su último libro, Ayaan Hirsi Ali afirma
que
a)
El terrorismo de Al
Qaeda y el Estado Islámico es ajeno a la religión musulmana
b)
La violencia de estas organizaciones terroristas tiene su origen en la propia religión
c)
Los gobiernos occidentales
denuncian la barbarie terrorista
5.
¿Cuáles son los principios que a su juicio, mantienen al islam detenido en el siglo
séptimo?
6.
Mencione algunos de los horrores practicados por
regímenes despóticos como el de Arabia Saudí y que
son amparados por los países occidentales.
7. ¿Qué país
pone Ayaan Hirsi Ali como ejemplo de modernidad y laicidad?
a)
Marruecos
b)
Bagdag
c)
Túnez
8. Cuando en Ámsterdam el cineasta Theo van Gogh fue asesinado en
2004 y amenazó directamente a Ayaan Hirsi Ali, ¿cuál
fue la reacción de sus vecinos holandeses?
a)
La amenazaron con quitarle la nacionalidad
b)
La apoyaron
c)
La culparon de complicidad
9. ¿Qué
cualidades destaca Vargas Llosa de Ayaan Hirsi Ali?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario